Bajo una intensa presencia policial, miles de personas se congregaron el viernes para dar su último adiós al líder opositor ruso Alexei Navalny en un funeral celebrado en Moscú, dos semanas después de su muerte aún inexplicable en una colonia penal en el Ártico y tras una disputa con las autoridades por la entrega de su cadáver.
El político, conocido por ser un crítico férreo del presidente ruso Vladímir Putin, fue sepultado en un cementerio en las afueras del sureste nevado de Moscú después de una breve ceremonia ortodoxa, donde grandes multitudes se congregaron para expresar sus condolencias y mostrar su descontento contra el gobierno.
A pesar de la presencia de la policía antidisturbios y las barricadas en la iglesia y el cementerio, no se reportaron detenciones durante el funeral.
Yulia Navalnaya, viuda de Navalny que reside en el extranjero y no estuvo presente en el funeral, expresó su gratitud en una publicación de Instagram por los años de felicidad compartidos con Navalny.
Según el equipo de Navalny, varias iglesias en Moscú se negaron a celebrar la misa por el hombre que luchó contra la corrupción oficial y organizó protestas multitudinarias. Sin embargo, finalmente se obtuvo permiso en la Iglesia del Icono de la Madre de Dios Alivia mi Sufrimiento, rodeada de barricadas para controlar a las multitudes.
El ataúd de Navalny, cubierto de flores blancas y rojas, fue llevado en procesión desde un coche fúnebre hasta la iglesia, mientras que en el interior se llevaba a cabo una ceremonia religiosa. Numerosos diplomáticos occidentales y políticos locales asistieron al funeral para rendir homenaje al líder opositor.
Tras el servicio religioso, una multitud marchó hacia el Cementerio Borisovskoye, donde se llevó a cabo el entierro de Navalny. La viuda del político, Lyudmila Navalnaya, pasó ocho días intentando que las autoridades le entregaran el cadáver de su hijo, mientras que las autoridades rusas aún no han revelado la causa de su muerte.
El legado de Navalny, tanto como activista anticorrupción como crítico del gobierno, deja una huella indeleble en la política rusa y en la lucha por la democracia en el país.
