El senador Marco Rubio, conocido por su postura firme contra el comunismo y su profundo conocimiento sobre América Latina, se perfila como el posible nuevo jefe de la diplomacia estadounidense bajo la administración de Donald Trump. Rubio, de origen cubano y criado en un ambiente de exiliados, promete priorizar la región, enfrentando la creciente influencia de potencias como China, Rusia e Irán. Su elección podría marcar un cambio drástico en la política exterior de Estados Unidos, enfocándose en temas como el narcotráfico, la migración y el comercio.
A lo largo de su carrera, Rubio ha sido un crítico acérrimo de líderes de izquierda en la región, incluyendo al presidente colombiano Gustavo Petro y al chileno Gabriel Boric, así como un defensor de políticas más estrictas contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. También ha expresado su apoyo a aliados como Nayib Bukele de El Salvador y Javier Milei de Argentina, quienes comparten su visión de línea dura en materia de seguridad.
Sin embargo, su reputación como «halcón» en política exterior y su afinidad con el enfoque de «Estados Unidos Primero» han generado divisiones. Analistas sugieren que su llegada al Departamento de Estado podría significar mayores presiones para los gobiernos que no se alineen con los intereses estratégicos de Estados Unidos, pero también una oportunidad para reconfigurar relaciones en la región si estas se abordan con genuino interés diplomático.
