
Max Verstappen ha aguantado detrás a los todopoderosos McLaren en Suzuka y ha ganado el GP de Japón por cuarto año consecutivo. La magia que ayer con esa Pole increíble ha sido la clave de su triunfo ante Lando Norris y Oscar Piastri, que vuelven a subir al podio, pero sin demasiadas alegrías.
Todos los pilotos señalan que los puntos se dan el domingo. Pero siempre hay un pero, las victorias se también se gestan los sábados.
Verstappen lo entendió bien en Suzuka. La victoria, su victoria, pasaba por hacer la pole el sábado porque los McLaren eran más rápidos. La pole y salir adelante, claro.
Suzuka no es un lugar donde adelantar sea sencillo, sólo hay una zona de DRS y no muy larga. Y los McLaren pierden algo de eficacia en ‘aire sucio’, es decir siguiendo a otro rival. Las cartas a jugar eran claras.
La evidencia en pista indica que. McLaren era el mejor coche, sí. Pero Max Verstappen se bastó para neutralizar las desventajas -supuestas- de su Red Bull o, si se prefiere, las dificultades de conducción de su coche. El producto Max por Red Bull es superior al de Norris por McLaren o Piastri por McLaren. Puede que en algún circuito no sea así, pero eso es lo que hay.
Con todo, Verstappen estuvo en un tris de perderlo todo. Fue en la parada en boxes, donde por una vez los mecánicos de Red Bull no fueron los diestros a lo que nos tienen acostumbrados. Perdió 1”1 con respecto a Norris, de ahí lo sucedido a la salida del pitlane, cuando Norris intentó sorprenderle… en una maniobra imposible
Simplemente Max estaba en el carril correcto y el de Lando se acababa. Las radios de Norris pidiendo como quien dice una investigación, eran poco más que un brindis al sol o un testimonio de impotencia. Sabía que aquí se acababan sus oportunidades.
Eso sí. La carrera pareció un ‘rally’ con tres tramos cronometrados: la Q3, la salida y la parada en boxes. Lo demás fue simple enlace, gestión de gomas, compás de espera. Max ganó las dos primeras especiales, Lando la tercera, pero no fue suficientemente para compensar.