
Ganó quien tenía que ganar: un Escogido artillado a conciencia para ganar la gloria sin hurgar en los extremos. Solo un Licey al que la mística le es inherente, se las arregló para encargar una excitante y ceñida final que encumbró a la órbita universal del béisbol a la Lidom.
Con la exhibición ofensiva que ofrecieron los Leones en el Round Robin (7 carreras de media por partido) y pitcheo bien reforzado, solo topos beisboleros podrían ofrecer un pronóstico favorable a los Tigres.
El trío ofensivo integrado por Sócrates Brito, el prospectazo de 21 años Junior Caminero y el electrizando Jean Segura, con un Yamaico Navarro fluctuando entre los dos últimos en los turnos del segundo al quinto bate, resultaron demasiado para el pitcheo azul.
Era previsible que ningún lanzador del staff de abridores de los Tigres contaba con la solvencia como para resistir una segunda vuelta a la alineación roja (lo debía saber la gerencia), lo cual quedó en sumo grado demostrado. La diferencia que se vislumbraba entre rojos y azules era tan palmaria, que ningún jugador del Licey, excepto el refuerzo Harold Ramírez, cabía en la robusta alineación del Escogido.
El pundonor mostrado por el torpedero Erik González, diezmado en una rodilla, pero entregado en cuerpo y alma a la causa escarlata, le confiere una valía moral excelsa que le asemeja a la solvencia para el premio de JMV mostrada por Caminero y Segura.
Decisiones erradas de uno y otro dirigente incidieron o pudieron hacer variar el resultado que a la postre coronó al Escogido por 17ma ocasión: Del Licey, Gilbert Gómez extirpó de su alineación a su mejor bateador, Harold Ramírez, que pudo ser protagonista en el noveno episodio del séptimo partido; del Escogido, Albert Pujols dejó que le lanzaran al receptor Francisco Mejía, que estaba soltando misiles y quien pegó la línea que pude dejar en el terreno a los Leones y el tricampeonato de los Tigres, pero que salvó Sócrates Brito en un buen engarce.
Junior Caminero decidió a lo grande, ante una recta por el mismo centro del plato del as Jairo Asencio (equivocación asombrosa), la encumbró sobre el paredón de lo 411 pies del Quisqueya Juan Marichal, jonrón histórico que seré referente de las grandes finales del béisbol invernal dominicano.
Escogido Campeón con méritos, ante un Licey soberbio, que aunque no se parecía a su eterno rival hombre a hombre, no se dejó avasallar y que hasta el último out pudo ganar, con un “Pichito” Núnez y Sergio Alcántara de alta valía.
Una gran final del Torneo Invernal 2024-25 que hizo honor a la memoria de un grande al que fue dedicado, don José León Asensio. Una muy reñida final a la que dieron chispazos los medios de Major League Baseball (MLB), algunos de los insignes ‘insiders’ estadounidenses, figuras y jugadores de nuestra y otras latitudes.