
Desde 2009, Josefa González, de 62 años, vive sola en una pequeña casa de madera con piso de tierra cerca del río Ozama, en el sector La Lila de Santo Domingo Este. Con un alquiler mensual de 2,000 pesos, su única fuente de ingresos es la venta de botellas plásticas.
Josefa sobrevive vendiendo botellas plásticas a 10 pesos la libra, recolectando alrededor de 40 libras cada 20 días para poder pagar el alquiler. Su situación se complicó aún más después de las lluvias torrenciales de noviembre de 2023, que le arrebataron todos sus bienes. Ahora, teme que cada nueva tormenta o ciclón, como el reciente huracán Beryl, empeore su precaria situación.
Ante la amenaza de Beryl, Josefa apiló sus pocas pertenencias, incluida su vieja lavadora, para protegerlas de las inundaciones. Con una funda en la cabeza para protegerse de la lluvia, expresó su preocupación por las constantes crecidas del río Ozama, que suelen inundar su hogar.
«Desde que anuncian ciclones o tormentas, uno se prepara», comentó Josefa, quien a veces se refugia en la casa de su hermana y cuñado, también en condiciones precarias. Con lágrimas en los ojos, contó cómo sufre de presión arterial alta y lucha para comprar medicamentos que a veces no cubre su seguro médico gubernamental.
«A veces, si quiero comer algo, voy donde una amiga para que me deje cocinar, y los vecinos también me ayudan», dijo, agradeciendo la solidaridad de su comunidad. Pese a las dificultades, Josefa mantiene la esperanza en Dios de que un día tendrá una vida mejor.
«A mí no me gusta molestar», aseguró, esperando pacientemente en su humilde hogar que algún día su situación mejore.