
Tras el fallecimiento del Papa Francisco la madrugada del 21 de abril, la Iglesia Católica entra en una nueva etapa decisiva con la inminente elección de su sucesor. El cónclave, compuesto por 138 cardenales menores de 80 años, se reunirá en la Capilla Sixtina para determinar no solo un nuevo líder espiritual, sino también la dirección futura del catolicismo. La gran pregunta que se plantean los cardenales es si optar por un Papa que continúe la línea progresista de Francisco o girar hacia una figura más conservadora.
Entre los nombres que se barajan destacan el italiano Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano, por su perfil moderado y diplomático; el húngaro Peter Erdö, de tendencia conservadora; el filipino Luis Antonio Tagle, de enfoque pastoral inclusivo; y el africano Fridolin Ambongo Besungu, con fuerte liderazgo regional. También figuran el italiano Matteo Zuppi, aliado cercano a Francisco, y Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, quien representa un equilibrio entre lo europeo y lo misionero. Mientras tanto, las posibilidades de un nuevo Papa latinoamericano, aunque presentes, parecen remotas por ahora.
El proceso de elección papal, guiado por una tradición milenaria, se realiza en absoluto aislamiento para garantizar independencia. Los cardenales votan hasta cuatro veces al día hasta alcanzar los dos tercios necesarios. La expectativa mundial crece, a la espera de la fumata blanca y el histórico “Habemus Papam”, que anunciará al nuevo líder de la Iglesia Católica.