A sus 104 años, Don Ramírez Domínguez continúa trabajando desyerbando terrenos en la comunidad de El Valiente, Santo Domingo Este, para ganarse el sustento diario. A pesar de sus problemas de visión y audición, camina a paso lento y apoyado en su bastón, dedicándose a la labor que aprendió desde niño y que hoy le permite ganar entre 500 y 600 pesos. Vive en condiciones precarias en una pequeña construcción de zinc sin servicios básicos como baño o agua potable, ubicada detrás del solar de uno de sus hijos.
Don Ramírez llegó a Santo Domingo Este hace 32 años y, desde entonces, ha vivido en pobreza extrema, sin acceso a comodidades básicas como una televisión o radio. En su pequeño hogar improvisado, que carece de protección adecuada contra el clima, se defiende de las lluvias cubriendo su cama con un plástico para evitar mojarse. Aunque recibe la ayuda de la tarjeta Supérate del gobierno, no cuenta con una pensión solidaria que le ayude a mejorar su calidad de vida.
La historia de Don Ramírez es un recordatorio de las necesidades que enfrentan muchos adultos mayores en el país, quienes, a pesar de su avanzada edad, siguen trabajando en condiciones de vulnerabilidad y abandono. La falta de una pensión y de servicios básicos en su vivienda hace un llamado a que se tomen medidas para mejorar su situación.
