
Por principio soy opuesto a los muros que separan o dividen países, que segregan seres
humanos, unos más pobres que otros, con muros de concretos y muros ideológicos o
raciales vigilados por drones y satélites que lo ven todo desde el cielo infinito. Lo he
dicho y escrito muchas veces durante años. El planeta se ha poblado gracias a las
migraciones durante miles de años como resultado de los cambios que se han producido
en los océanos y en la corteza terrestre. Las razas humanas no existen, dice la ciencia. El
genoma es el mismo para todos no importa donde hayan nacido, ni el color de su piel.
El planeta está compuesto por agua, más del 70%, y por tierra, el otro 30%,
aproximadamente. El planeta es el habitad de todos, pero la raza humana lo ha
segmentado, dividido y separado con fronteras, como animales salvajes que “marcan su
territorio” con orines o materia fecal. Los muros creados por los hombres, al igual que
las murallas, siguen vigentes en América, Asia y Europa, entre otros, por razones
políticas, económicas, raciales, religiosas, etc. El que se construye en la frontera entre
República Dominicana y Haití no es una excepción. Las fuerzas políticas y sociales más
atrasadas y conservadoras se han impuesto. Más de un siglo predicando odio, venganza
y racismo por la ocupación de 1822 que se extendió hasta 1844. El muro será una
realidad más temprano que tarde. La justificación expresada por el presidente Luís
Abinader no dejan de tener sentido y razones, pues el vecino país se ha convertido en
un serio problema para el nuestro, no por la “invasión” haitiana, ni por razones histórica
de guerra y venganza, ni porque es un pedazo de África en la región, sino porque ha
colapsado como Estado; sin educación, sin salud, sin infraestructuras físicas, sin
instituciones, sin agua potable, sin energía eléctrica, sin riquezas naturales, sin viviendas,
sin seguridad, sin liderazgo político, económico, religioso, gobernado por las bandas
asesinas, pero con una población cada vez más grandessumida en una pobreza ancestral
que los condena a la muerte. Ahora bien, presidente Abinader, el muro que construye
la República Dominicana por sí solo no resuelve los problemas nuestros con relación a
los vecinos. El problema es mucho más profundo y delicado, requiere de una solución
integral que tome en cuenta todos los elementos en conflicto. Es verdad, como dice
Abinader, que la solución no está en nuestro territorio, es cierto que no podemos cargar
con ese pesado fardo, como tampoco podemos prescindir, de golpe y porrazo de la
mano de obra haitiana. El muro debe estar acompañado de un plan macro para
recuperar la zona fronteriza con industrias, fábricas, centros educativos, viviendas,
oportunidades para sus pobladores, etc. Hay que repoblar la frontera, hay que
desarrollarla, lo cual requiere de muchos recursos económicos que no creo estén
disponibles. Igualmente hay que eliminar las mafias que permiten el trasiego, hacer
cumplir las leyes migratorias, porque una buena parte de los haitianos y las haitianas no
vienen a nuestro país, los traen para llevarlos a los campos agrícolas, a los centros
turísticos y a los hospitales, lo cual es imposible sin la complicidad de civiles y militares
de ambos lados de la frontera. Lo mismo sucede con el contrabando de armas, drogas,
etc. Me preocupa más el muro ideológico y racial que han levantado las élites políticas,económicas y sociales, que el muro o malla perimetral inteligente que construye el
gobierno, porque, como decía Einstein, “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.