Luis Pérez CasanovaOpinión

Arranceles arma especial

En estos tiempos de bombas nucleares y armamentos sofisticados, el presidente estadounidense Donald Trump cree que ha encontrado en los aranceles el artefacto más eficaz para afianzar el poderío de su país sin necesidad de disparar un tiro. Las balas que por ahora ha utilizado, como las tiradas a los hutíes, el grupo guerrillero que opera en Yemen del Norte, carecen de significación política y económica.

Pero tampoco vayamos a creer que la estrategia arancelaria conspira contra la industria armamentista pues con las tensiones que ha provocado en las relaciones internacionales, las potencias y casi todas las naciones se han visto obligadas a incrementar, a manera de prevención, la producción bélica.

Además de económico, los aranceles anunciados por Trump hasta a las importaciones de naciones y gobiernos aliados, cumplen un objetivo político en la medida que plantea una reconfiguración de las relaciones internacionales. Lo incomprensible es que sobre la base de su autarquía Estados Unidos pierda socios como Canadá, México, Japón, Inglaterra y la Unión Europea, entre otros, despejándole el camino a China, su gran rival, para que conquiste espacios más allá de sus fronteras. El tiempo dirá si la estrategia ha sido la más indicada para recuperar esa grandeza de su país que pregona el magnate.

Si el gobernante estadounidense tiene con las medidas referente como el pragmatismo del canciller inglés Lord Palmerston (1784-1865) pierde de vista el contexto en que el británico impulsó las reformas para apuntalar el desarrollo de su país. Hace más de siglo y medio que Palmerston, artífice de la alianza de Reino Unido con Francia, España y Portugal, expresó ante la Cámara de los Comunes que su país no tenía amigos permanentes ni enemigos permanentes, que lo que tenía eran intereses permanentes.

El presidente estadounidense no puede expresarse en esos términos, porque no ha hecho más que golpear de una forma u otra y sin miramientos a amigos y enemigos sin necesidad de exhibir el poderío militar de su país para infundir temor. Para intimidar se ha apoyado en el incremento de los aranceles, sin importarle las consecuencias en las relaciones políticas y comerciales.

Si decide revocar o flexibilizar algunos de los aranceles, lo que dado su temperamento parece improbable, de todas formas la suerte está echada. Ha perdido la confianza que se le podía tener.
Trump, que sabe lo que significa el dinero para los poderosos, entiende que los aranceles que ha colocado a los automóviles y otras importaciones tienen un impacto mortal. Lo que tal vez ignora es que el efecto no es solo para las víctimas, sino para los victimarios.

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